Ford ha dado un giro inesperado en su estrategia de electrificación. La Ford F-150 Lightning, uno de sus proyectos eléctricos más ambiciosos, ha sido cancelada, al igual que su supuesto sucesor 100 % eléctrico, conocido internamente como proyecto T3. Mientras tanto, los vehículos eléctricos e híbridos enchufables chinos continúan ganando terreno a nivel global, especialmente en los segmentos más asequibles. La única esperanza clara para Ford en este terreno parece ser su plataforma Universal EV, prevista —al menos sobre el papel— para 2027.
La situación es aún más llamativa si se tiene en cuenta que la F-150 Lightning volverá a contar con un motor de gasolina, y que Ford ha decidido cancelar una camioneta eléctrica comercial fabricada en Estados Unidos para sustituirla por versiones híbridas y de combustión. Además, antiguas plantas destinadas a baterías están siendo reconvertidas en centros de datos de inteligencia artificial, diluyendo el mensaje de un futuro plenamente eléctrico.
Un paso atrás en plena carrera eléctrica
Este movimiento resulta especialmente preocupante viniendo de Ford Motor Company, cuyo propio CEO, Jim Farley, ha alertado en numerosas ocasiones sobre el avance imparable de China en el sector de los coches eléctricos. Sin embargo, cuando el panorama se complica, la respuesta vuelve a ser la de siempre: regresar al motor térmico.
Es cierto que el programa eléctrico Model E ha supuesto enormes pérdidas económicas. Ford reconoce cerca de 19.000 millones de dólares en pérdidas, en parte por los altos costes de desarrollo y producción. Aunque la Lightning ha sido una de las pick-ups eléctricas más vendidas, sus cifras reales han quedado muy por debajo de las previsiones iniciales y nunca alcanzó el prometido precio base de 40.000 dólares. Incluso con precios más elevados, el modelo siguió generando pérdidas.
Esta situación recuerda a otra decisión polémica de la marca: la eliminación total de sedanes y compactos de su catálogo. En su momento parecía una jugada estratégica, pero hoy los fabricantes japoneses y coreanos dominan esos segmentos, mientras los eléctricos baratos chinos comienzan a ocupar el espacio que Ford dejó libre.
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permiten comprobar cómo la oferta global se diversifica cada vez más, con propuestas que Ford parece estar dejando pasar.
China avanza, Ford repliega
Mientras Ford recula, marcas chinas como BYD, Zeekr o Xpeng avanzan con rapidez, combinando vehículos eléctricos, híbridos y PHEV para adaptarse a distintos tipos de clientes. Un ejemplo reciente es el BYD Atto 2 PHEV, lanzado en Europa para quienes aún no están listos para dar el salto al eléctrico puro.
En contraste, Ford ha cancelado proyectos clave como el SUV eléctrico de tres filas y ha apostado casi todo a su futura arquitectura Universal EV. Sobre el papel, suena prometedora: nuevos eléctricos asequibles, incluso un camión cercano a los 30.000 dólares. Pero, por ahora, no hay modelos concretos en los concesionarios, lo que hace temer que todo quede en simples promesas.
La contradicción es evidente: Farley ha elogiado públicamente modelos como el Xiaomi SU7, símbolo del éxito chino en movilidad eléctrica, pero Ford parece incapaz de replicar esa innovación en casa. Mientras tanto, su gran rival, General Motors, ya ha puesto en la calle una gama eléctrica más amplia y con una ruta clara hacia la rentabilidad.
Un futuro lleno de incógnitas
La demanda de eléctricos ha sido más débil de lo esperado, sí, pero eso no significa que no exista. Volver al gasolina y diésel en pleno debate político y tecnológico genera dudas sobre el rumbo real de Ford. Incluso modelos emblemáticos como el Mustang Mach-E podrían estar en entredicho si las ventas no despegan.
Todo apunta a que Ford se juega gran parte de su credibilidad en la futura plataforma Universal EV. Sin embargo, hasta que no haya productos reales en la calle, el escepticismo seguirá creciendo. A este ritmo, no sorprendería que la marca vuelva a optar por motores Power Stroke diésel en nombre de la “elección del cliente”.
El tiempo dirá si este repliegue es una pausa estratégica o el síntoma de una oportunidad perdida en la carrera global por la movilidad eléctrica.

